miércoles, 12 de noviembre de 2008

El Salto del Negro

Me pasé una semana entera sin probar bocado y devolviendo continuamente, no me daban nada para el "mono" y yo me sentía fatal.

El lunes de la semana siguiente oí que abrían la puerta de la celda y una funcionaria con cara de malas pulgas me dijo que saliese. Empecé a andar por el pasillo sin saber hacia dónde dirigirme, por las ventanas se veía el patio y varias mujeres tomando el sol, lavando la ropa o simplemente charlando.
Seguí caminando y ví una puerta que decía "sala de TV", la abrí y más de veinte mujeres me miraron entre cabreadas por la interrupción y un poco intrigadas al ver una cara nueva, la cerré inmediatamente y seguí por el pasillo hacia adelante, otra puerta, "comedor", estaba vacío, habís muchas mesas alargadas con bancos de madera y me senté en uno delante de una ventana soleada que daba a un jardín.
Subí las piernas flexionadas sobre el banco, apoyé los brazos en las rodillas y empecé a llorar amargamente
- no llores, no merece la pena
era Sara, que entró sin añadir palabra y me abrazó con ternura. El abrazó me sentó de maravilla, lo necesitaba.
Empezamos a hablar y me contó cómo funcionaban las cosas. Nos hicimos amigas y durante el año que estuve allí fuimos inseparables. Ese día vendí un anillo que me había regalado el Mafia, y nos pusimos unas papelinas super pequeñas de caballo.
Sara tenía a su novio en el módulo de hombres y cuando íbamos al gimnasio se encontraban en los pasillos y se besaban, aunque siempre había una funcionaria diciendo "vamos, vamos".
Un día me llamó poderosamente la atención una chica que iba empujando un cubo grande de basura, lo hacía con tanta gracia y tanta seguridad en sí misma que no podía por menos que fijarme atentamente en ella. Era Meli y cuando la conocí bien, poco a poco, me fuí enamorando de ella hasta el punto que, cuando mi padre me pagó la fianza, me negué a salir alegando que allí estaba más alejada de la droga. Poco se imaginaba mi padre la verdadera razón, ni tampoco podía imaginar que allí tenía toda la droga que quería.
Pero Meli tenía una amante, su compañera de celda, Camen la Malagueña que era muy celosa y que estaba continuamente metiéndose conmigo y desafiándome para que nos pegáramos, incluso una negra me enseñó como debía enfrentrme a ella, desnuda y embadurnada de aceite para que rebalase y no me pudiese agarrar por ningún sitio.
Pero, de momento no entraba en mis planes pegarme con Carmen y además tanía suficiente con mis encuentros furtivos con Meli.
Continuará mañana.
Os espero, besos a todos /as.

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