domingo, 30 de noviembre de 2008

Pedro

Nos fuimos a vivir con mis hijos a un piso en Madrid. Pedro también se ponía y fue él quién me puso mi primer “pico” (Vicente se pinchaba pero nunca quiso que yo lo hiciese.
Tengo que reconocer que aquélla primera vez no me pareció nada especial, pero rápidamente me “enganché”.
Pedro trabajaba con su padre en un almacén de frutas y verduras envasadas y como yo, por ese entonces no trabajaba, cuando salía a repartir con la furgoneta lo acompañaba. Nos parábamos en cualquier descampado y hacíamos el amor en la furgo, luego seguíamos repartiendo.
Llegó un momento en que decidimos irnos de Madrid para “quitarnos”. Hablé con mi hermano Goyo que nos daba trabajo en el puesto que tenía en el Merca Las Palmas y nos preparamos para la gran huída. El día antes de marcharnos dormimos en casa de los padres de Pedro que me querían mucho, pusieron a los niños con su nieto y a nosotros nos dejaron la habitación de la tía.
A media noche me llamó mi hija
- mamá, ven un momento
- qué pasa hija?
- me ha venido la regla y estoy muy asustada
- pero mi niña eso es fantástico, ya eres toda una mujer, mi niña linda (le dije abrazándola con fuerza)
- tráeme una compresa o algo para ponerme
Le preparé yo misma un par de compresas con algodón y gasas hasta que compráramos por la mañana en la farmacia
- prométeme que no le vas a decir nada a nadie, ni siquiera a Pedro
- prometido
Al día siguiente cogimos un avión para Las Palmas. No llevábamos nada de heroína pues habíamos decidido firmemente dejarlo. Cuando llegamos nos estaba esperando Goyo. Nos había alquilado una casa en el barrio de Escaleritas y nos había comprado algunos muebles y una tele. Yo decidí, muy orgullosa, que le pagaría todo.

Pero la realidad fue muy distinta, lo de dejar la droga nos duró dos días, lo justo para que, en cuanto el mono nos empezó a apretar, saliésemos corriendo de casa a buscar a alguien que nos pudiera decir dónde se podía pillar. Preguntamos un par de veces a la persona equivocada pero enseguida encontramos un chaval muy majo que nos acompañó a la parte alta de Escaleritas y nos enseñó en qué casas se podía pillar “con confianza”… Y volvimos a la rutina de siempre.
Lo peor fue un día que Pedro se metió por la noche en el puesto y le robó a mi hermano dinero de la caja. Según él era para ponernos y hacerle un regalo a su madre a la que pensaba visitar en Madrid. No sabía él lo pronto que la vería; lo habían visto saltar la verja del puesto aunque no sabían quién había sido.
Pero lo cierto es que se lo metió todo y cuando se le terminó se llevó la tele para venderla. Cuando llegué a casa, Bea me dijo
- mamá, Pepito (así lo llamaban los niños) se ha llevado la tele.
Me cogí un cabreo tremendo, no sé si por la tele que era lo único que tenían los niños para entretenerse o porque no me había guardado nada, su pongo que un poco por las dos cosas, a mí me parecía imposible creer que me hubiera hecho eso. Yo era incapaz de hacerle algo así a él, aunque en ese momento comprendí lo bajo que puedes caer por la “puta droga”.
Seguiré. Besitos a todos/as.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Fuí muy felíz con Pedro pero cómo ya veis todo acabó por culpa de un cabreo mío. Luego me arrepentí pero ya no había vuelta atrás.

Helga F Moreno dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Helga F Moreno dijo...

Te leo y me duele el hacerlo. La historia de mis padres es muy similar a la tuya. No suelo decirlo a casi nadie. Leyéndote a ti, veo un poco como eran ellos, crecí con los abuelos paternos, no con ellos y los conocía pero poco. No lo suficiente. También estuvieron enganchados. En fin. Me ha sorprendido tu naturalidad para contarlo. Es admirable. Ya me cuesta hacer mi blog sobre mis abusos en la infancia, ¡imagínate a ti esto!. Supongo que llega un momento que dejas de tener miedo y lo sueltas todo sin importarte ni nada ni nadie.
Eres muy valiente.